El Alma del angel

Desayuné sin demasiadas ganas y bastante deprisa, pensando en que tipo de entrenamiento especial iba a someterme Keith a éstas alturas. Nos había citado en una sala del primer piso, que a pesar de haber visto solo de paso, siempre me había llamado la atención, como muchas otras que siempre permanecían cerradas a prácticamente toda la torre. Subimos y en efecto, permanecía cerrada. Apoyé mi mano y empujé levemente, pues no tenía pomo ninguno. Al ver que ésta no cedía me rendí frustrado, esperando a que Keith llegara. Sin embargo, al quitar la mano, la puerta sencillamente desapareció, dejando ante nosotros un espacio difícilmente descriptible y totalmente inusual, con Keith en el centro de nuestra visión. Dudé a la hora de poner el primer pie en aquel paraje desolador, que consistía básicamente en una extensión de tierra quemada sin fin aparente, envuelta en una extraña negrura sobre la que despuntaba una gran luna que si no permitía una iluminación sobrada, si una más que suficiente para ver las rocas que me rodeaban.
- Vamos, pasad de una vez, os acostumbrareis en poco tiempo.
No supe a que se refería hasta no haber pisado la tierra negra. La presión era algo superior a la normal, y aunque andar no suponía demasiado esfuerzo, podía notar el peso extra que se cargaba sobre mí.
- Veamos... El entrenamiento no será distinto a lo que practicamos en clase a diario- Dudó un instante- O no demasiado, al menos. Me he propuesto enseñaros a mezclar la magia que lleváis dentro con la de vuestra propia espada. Si no aprendéis a hacerlo, estaréis perdidos a la hora de enfrentaros a magos experimentados- Aunque no lo dijo, tanto Gawa como yo sabíamos de quien hablaba. No, no un mago experimentado cualquiera- Podríamos haber elegido cualquier otro lugar apartado de el resto, donde nada pudiera desconcentrarnos, aunque si lo hacemos aquí lograréis incrementar vuestra velocidad de movimientos. La presión aquí es totalmente ajustable, e iremos subiéndola conforme os acostumbreis a ella.
Había pensado mucho en aquello... Cientos de veces, en realidad, había recordado la pasmosa velocidad en que Sikial había aparecido y desaparecido en nuestro primer encuentro, sin darme la oportunidad si quiera de moverme. No bastaba con ser diestro con la espada o un mago poderoso. Si no lograba alcanzar si velocidad de movimientos, no podría hacer nada y quedaría desarmado a las primeras de cambio. Un sentimiento optimista me invadió de pronto. Si... Iba a conseguirlo.

Habíamos permanecido horas allí, horas y horas, tantas que mi brazo se negó a levantar la espada, que permanecía con la punta clavada en aquel suelo negro. Miré a Keith, que asintió, no hacía falta nada más, como no lo había hecho el dia anterior, ni el anterior. Llevábamos días yendo a entrenar allí, hasta que nuestros cuerpos llegaban a su límite. Por hoy había bastado, de modo que nos acercamos con algo de lentitud a la puerta, que daba al interior de la torre. Cuando salí de aquel espacio tan cargado, sentí como si mi cuerpo realmente pudiera volar. La presión allí era mayor a diario, y por el contrario, tenía la sensación de poder aguantar cada vez más tiempo. allí metido. Al día siguiente, se cumplirían seis días de nuestra primera entrada. Sería domingo, y al fin tendría la paz que verdaderamente necesitaba. Me dedicaría, sencillamente, a recuperar todas las energías posibles.
- Mañana aquí, a la hora de siempre, chicos- Era Keith. No... era totalmente imposible.
- Mañana es domingo, Keitth. Necesitamos descansar... Lo necesito de verdad. si no, pasado seré incapaz de verdad de volver.
- El entrenamiento dura una semana completa, Ice. Una semana sin descanso, el lunes no tendremos porqué volver. Se que es duro, pero debemos estar preparados. Debéis estarlo- Se corrigió.
- ¿Para que? ¿Preparados para que?
Miró al rededor, asegurandose de que nadie escuchaba.
- La guerra se acerca. Sikial está moviendose.